I´ve Got You Under my skin

I´ve Got You Under my skin
Kaleb y Erick (hermanos Navarro Cezanelli)

lunes, 19 de septiembre de 2011

I've got you under my skin


Capítulo 7












Veía ese rostro sonrojado y empapado en sudor. Éste gemía intensamente su nombre y las estocadas le quitaban el aliento. Arremetía ese cuerpo con suavidad, trataba de no perder el control. No quería lastimarlo demasiado. La manera en que esos oscuros ojos le miraban le volvía loco. Aumentó el ritmo...no podía soportarlo más.






-Ahhh...Erick-besaba esos dulces labios que estaban a su entera disposición.






-Ahhh...aniki-su hermano gemía en su oído.







Kaleb sentía que el corazón se le saldría del pecho. Ver de esa forma a su otouto era el paraíso. Sus ojos se cerraron debido al éxtasis que le provocaba el cuerpo del menor.


Cuando los abrió, Erick ya no estaba. En su lugar había una enorme mancha de sangre. No comprendía que era lo que estaba pasando hasta que escuchó un lamento.




-¿Por qué?...yo no hice nada-era el azabache, quién estaba en un rincón con la mirada ausente.




-¿Erick?-quiso tocarlo pero la imagen de su hermano se esfumó.




Tú me mataste!-le gritaba desde la cama usando una voz distorsionada, como se estuviera poseído.




-Pero ¿qué estás diciendo?-vio a Erick más pálido que la muerte, lleno de sangre y con una herida mortal echa con un puñal en el corazón-. ¡Erick!




-Ahora morirás conmigo-se quitó el puñal del pecho y le atacó.



En el momento en que sintió el sabor metálico de la sangre, despertó de esa pesadilla. Estaba agitado.






-"¿Qué significado tiene este sueño? ¿Yo voy a matar a Erick? No...Él es mi vida...yo...yo jamás haría eso"-se levantó de su cama con dolor. Esa noche tuvo tres clientes debido a la ausencia de su hermanito. Trató de vestirse, le prometió a Erick que estaría con él toda la noche. Mientras se vestía pudo divisar una nota sobre el buró.




La leyó...



"Esta fue una de las mejores noches de mi vida.
Nunca tuve entre mis brazos un cuerpo como el tuyo.
Has aliviado mis penas por eso te dejo una suma de dinero,
aparte de lo que ya le pagué a tus padres.

Firma: alguien que se está enamorando de ti"


-Maldito desgraciado-estrujó la nota junto con los dólares que estaban debajo de ésta. Se terminó de vestir y salió apurado de su hogar pero en el camino Marco lo detuvo.




-¿Kaleb, a dónde vas? Podrás haber terminado tus turnos pero aún eres mi responsabilidad.




-...-no le dirigió la palabra sólo salió de su hogar dando un portazo.




-Éste niño...-estaba por salir tras de él.




-De seguro va a ver a Erick-intervino Solange.




-...-se volvió y abrazó a su mujer-. ¿Cómo fue que llegamos a esto?




-Malas decisiones, querido-le correspondió.




-¿Fuiste a verlo?-acariciaba su espalda.




-No pude Marco-ocultaba su rostro en el pecho de su marido-. No iba a poder soportar los ojos de mi pequeño Erick acusándome.




-No sabes cuanto me duele obligarlos a esto-en los ojos de Marco se veía el arrepentimiento-. Desearía retroceder el tiempo y no haberme arriesgado tanto.




-Ya nada puede hacerse, ahora tendremos que superarlo.






Marco asintió.






-"Sólo espero que un día...un día mis hijos lleguen a perdonarme"-derramó un par de lágrimas.













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Después de tanto viajar y ansiar estar de nueva cuenta a su lado, llegó hasta su propia habitación. Encontrar al dueño de su alma, en su propia cama, tan indefenso y con esa aura de inocencia le llenó de lujuria. Le atacó a besos y sus manos desesperadas se deshacían de la molesta ropa que les impedían sentirse con total libertad. Su experta lengua recorrió cada centímetro de esa suave piel mientras el ser que recibía tales atenciones de su parte, gemía en su oído para provocarle al mismo tiempo que, sin pudor, le rasguñaba su ancha espalda. La razón había desaparecido.


Cruzaba el límite entre la cordura y la locura. Tenía entre sus brazos la tentación. El pecado de tan sólo tocar su cuerpo de forma lasciva no le importaba. Ya se había resignado a caer en los abismos más profundos en el momento en el que sus cuerpos se unieron la noche anterior.


Tampoco le fue importante la cantidad de trabajo que dejó a un lado por el simple hecho de volver a probar su piel. De devorar esos labios que eran la serpiente que lo llevaba a la perdición. De hacer suyo ese cuerpo que era la manzana de su edén.


Porque así era la relación que ellos llevaban. Pecaminosa, enfermiza, incluso hasta prohibida y negada ante los ojos de la sociedad e incluso Dios mismo, pero aún así se entregaban al amor más que cualquier otro. Nada podían envidiarle a los demás porque se tenían el uno al otro y con eso bastaba para ser felices.


Ambos sentían que se quemaban por dentro pero sólo se dedicaban a eso. A sentir la piel del otro como si fuera la última noche sobre la tierra. De esa forma se entregaban, sin límites.




-Ahhhh aniki...mmm ahh-cada vez sus uñas se enterraban más. El placer le nublaba los sentidos más aún teniendo la experta boca de su hermano succionando ese pedazo de carne tan sensible.




-Mmmmm...Dilan eres tan delicioso-seguía lamiendo el miembro de su otouto como si de una paleta se tratase.




-Ahh...Kevin...ahh-su cuerpo temblaba y no podía parar de gemir. Kevin le hizo chupar sus dedos y cuando estuvieron llenos de saliva fue introduciéndolos en su entrada. Dilan gritaba del placer al sentir esos largos dedos dentro de su ser abriéndose paso.






La sensación de como ellos le embestían con brusquedad le llenaba de éxtasis hasta el punto en que soltó su semilla en la boca de Kevin.




-Lo siento…-dijo avergonzado. El mayor simplemente sonrió al notar el color carmín en las mejillas de su hermano. Se sentó en la orilla de la cama y atrajo el cuerpo de su hermano penetrándolo de una sola vez. Nuevamente sus cuerpos se fundían en uno solo.


El vaivén era fuerte, hasta salvaje. La fricción entre sus cuerpos era más que suficiente para experimentar el éxtasis que los llevaba a la locura. No supieron precisar con exactitud cuanto tiempo se dejaron llevar por la pasión.


Simplemente lo hicieron una y otra vez hasta que ambos cayeron rendidos en la cama, en donde se abrazaron y se acariciaron. El sueño y el cansancio les obligaba a cerrar los ojos pero ninguno quería hacerlo. Se dedicaron palabras de amor antes de dejarse vencer y arrojarse a los brazos de Morfeo.














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Verlo en esa cama de hospital le quebraba el alma. Creía que era su culpa por no poder llegar a tiempo e impedir que toquen su más preciado tesoro.


Miraba a su ángel dormir profundamente y en el fondo deseaba que siguiera así. Porque en el momento en que despertara sufriría el infierno.


Su hermano, aunque parezca irónico, sólo podría estar tranquilo en esa blanca habitación y no en su hogar. En éste último sólo derramaría lágrimas y sangre, justo como él mismo lo hacia.






-"Daría todo...hasta mi vida con tal de que ya no sufras...yo soy el culpable de todo"-besó su frente mientras una pequeña lágrima caía por su mejilla. Su hermanito se veía muy tierno cuando dormía.


Él anhelaba verlo despierto pero ya era muy tarde. Por el momento velaría su descanso.


Deseaba hablarle de muchas cosas. Repetirle un millón de veces las palabras "te amo" hasta avergonzarlo. Llenarle de besos y que su pequeño tímidamente le correspondiera. Acariciar su piel y embriagarse con su dulce aroma.


Pero sus ojos permanecían cerrados como si él no fuera digno de ver esos oscuros ojos que le recordaban la noche. Pasó su mano por el rostro de Erick y por única vez se permitió soñar en el día en que ellos estarían juntos sin esconderse, sin que el egoísmo los invada, sin que los intereses o el ¿qué dirán? los separe.


Sin embargo, debía ser realista, ese día no existía, por lo menos no por el momento. Ahora debía proteger a su Erick y soportar el dolor de no tenerlo solo para él. Porque estaba conciente del trauma que su hermano cargaba y eso en cualquier momento les impediría entregarse, que se vio potenciado por el sueño que tuvo hoy, en donde un sombrío Erick le reclamaba su muerte y lo asesinaba.


No quería que eso pasara, lo impediría, aún si tenía que ignorar sus más profundos deseos.






-"No te tocaré si eso te lastima, no lo haré Erick, no lo haré"-amarse y no poder demostrarlo le dañaba de tal forma que parecía estar muerto en vida. Al final el sueño pudo más y como si Erick le hubiera contagiado, se quedó dormido sobre su pecho y con su mano acariciando su rostro.

















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Se encontraba sobre esa cama llena de pétalos que su padre había arreglado sólo para ellos. Los labios de Sebastian marcaban como propio cada parte de su acaramelada piel. Sentía que su corazón se le saldría del pecho de tan fuerte que latía. Había fantaseado tanto con estar con su padre en está situación...pero se sentía incómodo, algo le molestaba.




-Ahh...papá detente-con dificultad le pidió que dejara de besarlo.




-¿Qué sucede Yamil?-Sebastian no se detenía y ahora se dedicaba a lamer su cuello.




-No...otosan...no quiero...hacerlo-al fin Sebastian dejó de besarlo y le prestó atención-. No…no aquí en donde lo haces con ella.




-"Yamil, tú ¿en verdad me correspondes?" entonces...-enredó sus piernas en su cintura y, cargándolo, se retiraron de la habitación, reanudando los besos que les dejaban sin aire en los pulmones.






Yamil perdió el sentido de la orientación. No sabía a donde lo llevaban pero si estaba con él, no le importaría estar en la completa oscuridad.


Con sus manos atraía aún más los labios de Sebastian. Su lengua se rozaba tímidamente con la de su padre. Sin embargo era un movimiento tan delicioso e inocente, que para el mayor era como sentir el cielo en la tierra.


De pronto volvió a sentir la suavidad de una cama pero ésta la reconocía.




-Entonces mi hermoso Yamil, lo haremos en la tuya-se deshizo de su camisa de trabajo dejando al descubierto su pecho.




-Otosan...-las mejillas de Yamil se tornaron rojas y se acentuaron cuando vio a Sebastian completamente desnudo ante él. Trató de cubrirse con las sábanas pero su padre se lo impidió.




-Mírame...Yamil-sus labios volvieron a unirse. Sus manos recorrían los hombros de su hijo, despojándolo de las pocas ropas que éste llevaba.






Sin darse cuenta, ambos estaban en iguales condiciones. El contacto entre sus pieles era inminente. Abandonó su boca y descendió hasta el miembro de Yamil el cual lamió con devoción.


Subiendo y bajando, a veces succionando el glande, lograba que las gotas preseminales que su hijo inútilmente trataba de contener, salieran.

-Ahhh...detente...voy a...-derramó toda su esencia sin poder contenerse.



-Yamil...-pasó su lengua por sus labios mientras ascendía para apoderarse nuevamente de la boca del menor. Al separarse, chupó tres de sus dedos y los metió lentamente en su cavidad.




-Ahh...no...otosan...duele...sácalos-lágrimas salían de sus ojos azules. Esa escena le partía el corazón a Sebastian. Bebió de ese salado líquido y trató de tranquilizarlo.






-Sé que duele pero te prometo que luego te sentirás bien-besó sus párpados y siguió con su trabajo de prepararlo.






Con el correr del tiempo Yamil fue acostumbrándose, ya no sufría incomodidad y disfrutaba de esa nueva sensación.


Al notar que estaba listo, Sebastian delicadamente reemplazó sus dedos con su miembro. Lo hacía despacio, tratando de no dañar demasiado a su pequeño. Era su primera vez y de alguna manera le emocionaba que perdiera su virginidad con él.




-Ahhh...papá...-se besaron una vez más mientras Sebastian lo penetraba suavemente.




-Yamil...eres tan tierno...te amo tanto-poco a poco el ritmo fue aumentando y los gemidos no se hicieron esperar.




-Ahhh...Sebastian...más...Por favor...más...ahhh-se abrazaba al cuerpo de su padre, estimulando también su propio miembro que volvía a excitarse.




-Ahh...Yamil...como anhelaba...ahhh...que gimieras de esa forma mi nombre...ahhh...Yamil...-entre el inmenso placer que ambos experimentaban, se habían perdido.


El ritmo de las estocadas aumentó al ver que todo terminaría. Ambos se vinieron gritando el nombre de ambos, que resonaron en las paredes de la habitación.


Salió de su interior y se acostó a su lado, atrayéndolo a su pecho para que descanse, ya que veía al pequeño muy cansado. Tenía razón, apenas estuvo en los brazos de su padre, se quedó profundamente dormido.






-Yamil...esta noche ha sido maravillosa...nunca la olvidaré-aspiró el aroma a manzanilla que desprendía el cabello de su adoración-. Te amo tanto...ahora que eres mío ¿soportaré que seas de alguien más?-sintió como Yamil se aferraba más a él-. Por ti lo haré...no importa...no importa, si mientras en tus pensamientos soy yo el que está a tu lado-le abrazó posesivamente como si temiera que se lo arrebataran-. Ojalá me ames con la misma intensidad que yo lo hago-cerró los ojos y durmió esa noche a su lado.







































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